lunes, 22 de noviembre de 2010

"El ojo"


Se hizo obvia una cosa que había sospechado desde hacía tiempo: la absurdidad del mundo. Inesperadamente me sentí increñiblemente libre y la libertad misma era un indicio de ese absurdo. Cogí el billete de veinte marcos y lo rasgué en trocitos. Me saqué el reloj y lo golpeé contra el suelo hasta que se paró. Se me ocurrió la idea de que, en ese momento, si lo deseaba, podía salir a la calle y abrazar con vulgares manifestaciones de placer a la mujer que quisiera, o disparar sobre la primera persona que encontrara, o romper el cristal de un espacarate... Eso era todo lo que se me ocurría: la imaginación de las ilegalidades tiene una escala limitada. "El ojo" Vladimir Nabokov





Pensábamos a la vez cogidos de la mano.
Aunamos belleza y catástrofe.
A veces se muestran y rien delante de ambos.
No hay balas para sentimientos invencibles e invernales.
Las sábanas lo envuelven todo.

domingo, 14 de noviembre de 2010

A esto llamo vida.


No podemos apegarnos a objetos materiales, considerarlos conscientes de su repercusión acaso valorarlos como seres vivos, conlleva una muerte. Las modas son caducas. Abarcar por ello minutos de silencio sería sufrir de gigantismo. Hallar mi perspectiva. El vacio no está declarado, todos los acordeones no están destrozados. Leyendo mi mano encontré restos de otro planeta. Puedo ver un sistema solar milenario. Antiguos acordes añorados. Ciño los ojos para perfilar en él más de dos personas. He pegado un respingo al encontrar más. Los ambiguos cajones de tiempos verbales se han superpuestos y distintos planetas han entrado en conflicto. Mi principito es audaz y voy a darle todas las espadas necesarias para que destroce signos negativos de los que se clavan. Entonces fui río. Despegarme de cosas me hace sangrar. "La gente sana cree que hay vidas que no merecen ser vividas". ¿A qué llaman vida? Invocaría en sus cuerpos una serie de barbaridades que descolocaran su seguridad. Pero no me importa, yo voy a casarme en otro planeta. Los mismísimos románticos del siglo XVIII me han infectado. Han matado a la mala de la película y le han puesto tu brazo en el costado. A esto llamo vida.